Regulación de la presión sanguínea
En el cuerpo humano, la presión sanguínea se supervisa y controla de manera exhaustiva. La presión se mantiene constante y estable por medio de la regulación de muchos parámetros cardiovasculares de manera cohesionada, por lo que es un indicador muy útil de la salud cardiovascular en su conjunto.
Control homeostático rápido.
Al calcular el producto de la sangre bombeada fuera del corazón por la resistencia con la que se topa la sangre cuando se la impulsa a través de varios vasos sanguíneos, se obtiene la presión arterial:
Presión arterial = gasto cardíaco x resistencia periférica total
Los barorreceptores de tensión-detección del arco aórtico y el seno carotídeo detectan cualquier pequeño cambio en el estiramiento de un receptor. Las respuestas que lo contrarrestan actúan rápidamente para mantener el equilibrio homeostático.
Respuesta al cambio
Un aumento en la extensión de los barorreceptores es signo de que la presión arterial ha aumentado y aumenta la tasa del potencial de acción que se lanza al centro cardiovascular del cerebro. Una alta tasa de señal desencadena un reflejo neuronal parasimpático autónomo. La vasodilatación resultante compensa el aumento del gasto cardíaco incrementado y el volumen sistólico para mantener el control homeostático. En cambio, una reducción del estiramiento de los barorreceptores es signo de un descenso en la presión arterial. En ese caso, se desencadena un reflejo simpático autónomo que provoca una vasoconstricción para incrementar la presión sanguínea y devolverla a un rango normal.
Otros métodos de control
Las estimulaciones simpática y parasimpática también influyen en la frecuencia cardíaca y el volumen sistólico. El ejercicio, el nivel de dióxido de carbono en sangre y el pH también desencadenan señales de estimulación e inhibición que ejercen control. La suma total de toda esta información es lo que permite al sistema cardiovascular soportar los desafíos físicos que la vida nos presenta.