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Flujo de trabajo homeostático

La mayoría de las rutas homeostáticas siguen una estructura similar en la que podemos identificar actores y funciones específicos.

Diagrama de flujo que muestra la secuencia ordenada del proceso de homeostasis. Comienza con el estímulo, seguido de una flecha hacia abajo que apunta hacia la palabra sensor. La siguiente flecha va del sensor al centro de control. Hay dos flechas que van del centro de control al siguiente paso del proceso, que es el efector. La flecha que sale de la izquierda dice activar, y la flecha que sale de la derecha dice inactivar. Después, una flecha apunta hacia abajo, desde el efector hasta la diana. Desde la diana hay una flecha que sale hacia la izquierda y hacia arriba, y apunta otra vez al estímulo del principio del diagrama.

En primer lugar, el cambio de variable que causa la activación de las rutas homeostáticas se llama comúnmente estímulo y puede ser cualquier cosa, desde una alta concentración de dióxido de carbono hasta un incremento en la temperatura o la concentración de hormonas, una lesión o cualquier cosa fuera de lo común que amenace el frágil equilibrio.

Las estructuras capaces de detectar estos estímulos son los sensores. Pueden ser células nerviosas o células con quimiorreceptores o barorreceptores específicos, por ejemplo. Los sensores normalmente envían una señal al resto del cuerpo para avisar de que algo va mal y puede ser potencialmente peligroso.

El centro de control con frecuencia se encuentra al otro extremo de esta señal. El centro de control es un órgano o un tejido capaz de recibir y procesar la señal de los sensores para luego tomar una decisión sobre la mejor acción subsiguiente para reaccionar al estímulo. El bulbo raquídeo contiene un montón de centros de control para el cuerpo, como por ejemplo la médula, que es capaz de procesar una señal de los sensores de la carótida sobre la falta de oxígeno en el torrente sanguíneo. A continuación, la médula avisa al cuerpo para que tome respiraciones más profundas y aspire más oxígeno para incorporarlo al torrente sanguíneo mediante la interfase de los pulmones.

El centro de control no actúa solo: una vez que este decide contrarrestar el estímulo, la decisión se comunica a los efectores, unos órganos cuya acción específica afecta directamente al resultado del estímulo. Por ejemplo, si el cuerpo se sobrecalienta, el hipotálamo, situado en el cerebro, indicará a las glándulas sudoríparas que empiecen a secretar agua hacia el exterior de la piel y hacia los vasos sanguíneos para que se dilaten y disipen más calor en la interfase con la piel.

En los procesos homeostáticos, los sensores, el centro de control y los efectores suelen formar un ciclo que emplea un circuito de retroalimentación negativa. La acción de los efectores reduce la intensidad del impacto de los estímulos. Entonces, los sensores detectan que el cuerpo no está tan alejado del equilibrio y se lo comunican al centro de control para que mitigue la acción de los efectores, y así sucesivamente.