Selección natural
La selección natural es uno de los principales motores de la evolución; describe cómo el medio ambiente «filtra» los individuos de una especie en función de sus genes. Algunos individuos tienen más éxito a la hora de sobrevivir y reproducirse que otros. Con el paso del tiempo, los genes de los individuos con más éxito se expanden más en la población.
La selección natural solo puede tener lugar si hay variación genética entre los individuos de una población. La variación no genética puede aparecer por factores relacionados con el estilo de vida, como que un individuo sea más alto debido a una mejor nutrición. Este tipo de variación no puede transmitirse a los descendientes.
Que una característica genética sea favorable o no depende de las características medioambientales de ese momento. No siempre se seleccionan las mismas características, puesto que las condiciones medioambientales cambian. Por ejemplo, imagina una especie de planta que creciera en un clima húmedo y que no necesitara acumular agua. Los individuos que poseyeran los alelos de las hojas más grandes serían los que tendrían más éxito, pues podrían obtener más energía del sol. Las hojas más grandes requieren más agua para mantenerse que las hojas pequeñas, pero el medio húmedo proporcionaría las condiciones favorables para sustentar unas hojas más grandes. Tras miles de años, el clima cambia y la zona ya no tiene un exceso de agua. La dirección de la selección natural cambia y selecciona las plantas de hojas pequeñas, ya que esas poblaciones son capaces de conservar agua para sobrevivir en estas nuevas condiciones ambientales.
La selección natural actúa sobre organismos individuales, que a su vez pueden modificar una especie entera. Aunque la selección natural puede funcionar en una sola generación o individuo, puede llevar miles o incluso millones de años que el genotipo de una especie entera evolucione. La vida en la Tierra ha cambiado, y continúa cambiando, a lo largo de estos extensos períodos de tiempo.